8 de septiembre de 2009

Estética del secuestro

La historia debe partir con la intriga resuelta.
Un cadáver, el asesino, el lugar del crimen, todo explicitado desde el primer párrafo. Al correr las páginas de la novela, ciertos elementos deben colocarse de manera subrepticia a través de sus hojas. Como pétalos pisados u hojas otoñales resecas. Un niñito debe hacer una aparición más o menos mágica -pero creíble-, para explicar la trama completa de la novela, pero sólo con la minuciosa descripción de sus manos. Las sombras chinescas serían válidas en este caso. También el uso de marionetas o cualquier artilugio que reemplace palabras por gestos. Termina así el primer capítulo. En el cuarto capítulo, el niñito aparece en la portada de un periódico y el detective comienza a investigar su desaparición. En los tres capítulos anteriores no ocurre nada de importancia: el detective se junta con una amiga, saca a pasear a su perro, pelea con su novia, le regala una moneda a un mendigo. Geométricamente, si trazamos una línea, esta debería desprenderse levemente del plano central de la trama. El cuerpo del niño es encontrado en un callejón oscuro, agujereado, las balas deben estar aún silbando en el aire. Los capítulos se ramifican en párrafos que son a la vez capítulos independientes de la novela. Cada párrafo se subdivide en la cantidad de frases que se escriben sobre su rugosa superficie. De manera lógica, entendemos que cada frase es otro capítulo más de la novela, pero que calza de manera más o menos perfecta con la intriga ya resuelta desde el primer capítulo. Por ende, cada palabra es un personaje encabalgándose con otra palabra. Para que quede más claro: la novela está poblada de personajes que se relacionan intrínsecamente, unos con otros. Se muerden, se succionan, se miran, se acarician, se seducen, se cachetean, etc. Los signos de puntuación vendrían a ser las armas o las palabras que los personajes enarbolan entre sí, para lograr sus intenciones. En los casos en que aparezca, #, quiere decir acuerdo tácito para encontrar una prisión compartida, %, quiere decir división intermitente, amor sin realidad palpable o sin condiciones materiales, * entiéndase como ligazón mental, telepatía o cualquier manifestación extra-sensorial. La explicación de los otros signos ha desaparecido de este escrito. Dejando de lado los aspectos formales, el hecho es que la historia central ha sido secuestrada al comienzo de la novela. El narrador también ha sido secuestrado, pero en el capítulo quinto. Sólo quedan los personajes deambulando, a golpes y cabezazos, en una dimensión fantasmal, que atraviesa tangencialmente a la realidad, contaminándola con sus propias equivocaciones, con sus emborronamientos producidos por la falta de fe que se nos tiene, a los que echamos a correr la cuerda que da la cuenta regresiva a una bomba de tiempo. En el último párrafo, la detonación será inminente. Con los trozos chamuscados de la carne, se procederá a encuadernar la novela, empaquetarla y/o distribuirla en algún mercado clandestino previamente dispuesto. Una Figura espera al otro lado de la carretera el envío. Una camioneta roja entrega el paquete. Noche total, sin sombras, sin estrellas, sin carretera, nada. Sólo una camioneta roja con las luces encendidas. El despacho es entregado sin mayor contratiempo. Fin de la camioneta roja. En las manos blanquecinas de la Figura, descansan las susodichas alas. Las introduce en las páginas centrales del libro. La novela comienza a volar.
Nadie sabe quién es la Figura.