15 de septiembre de 2011

Paciencia

Se miraba al espejo y un crisol completo le envolvían sus cabellos. Su estomago, no sabía si herido por alguna dolencia del pasado o del futuro, la mantenía postrada en cama, cumpliendo cabalmente lo que su comunidad sufí le pedía: mantenerse en silencio y trabajar durante las fases completas de la luna. Ella, sin advertirlo, comenzó a germinar flores a medida que caminaba lentamente, notando que la intensidad de los dolores a su estómago descendían cada vez más en sus palpitaciones y dolores. Con sus cabellos claros, caminando en medio de los cerezos, descubrió al mirar en un estanque florido, que el espejo había dejado de reflejarse en el agua. Ya no podía mirarse. A partir de ahora sólo habitaría cíclicamente al interior de un relato. Sintió que por fin había dado en el cauce. Esa misma noche desapareció y nadie supo más de ella. Ni siquiera el autor de este breve relato.