12 de enero de 2010

Vivir para morir- Aviador Dro (conmemoración 30 años!)






Ya está
Deja de pensar
Deja de dar vueltas sin parar
Si no podrías enloquecer:
Has sido preparado desde la niñez.
Esta es la unica verdad
La escuela te enseña a no rechistar
A obedecer
A ser uno mas
A mandar al cuerno tu oportunidad

Luego el ejército te hace un hombre
Un numero en vez de un nombre
Sigue a tu líder bota a tu amigo
Nunca sabrás por qué que has elegido
Ahora estás listo para trabajar
Rendir ,producir y luego acabar
Sentado en un banco del parque
Pensando quién eres
en dónde fallaste.

Vivir para morir

Entra en la mina de carbón
Ahora sabes lo que es traición
Quizás saliste o quizas te quedaste
No recuerdas ni como empezaste:
Estudiando fuiste un campeón
Y luego en tu empresa no tienes rival
Despiadado y sin corazón
Mejor un ascenso que una amistad

Ya estás bajo su control
Nómina strees y competición
Es la carrera de la rata
Asi tu vida es barata
Asi les sales a cuenta
Desde los quince hasta los setenta
Serás el "chico 90"
Pagaras el impuesto de la renta

Vivir para morir

2 de enero de 2010

El sol se apagó y apareció Dios

No sé de qué tratará este post. Cuando lo termine y lo relea, tendré una idea, por muy vaga que sea. Entonces, empezemos: Por lo general, las personas les gusta ser de "una sola línea", es decir, que el papel que interpretan varíe muy poco con las circunstancias. Hablo de seres convencionales, racionales, católicos por lo demás, y muy supersticiosos. Me refiero al chileno promedio. Cuando estos humanos se emborrachan no es que se deshiniban, que abran las trancas de sus puertas cerradas, sino que simplemente se les olvida interpretar el papel. Es una cosa de memoria, neuronal. Pero, ¿de donde viene esta personalidad que cada uno tiene? Un típico devoto de Dios, que le designa todo el devenir del universo al Gran Demiurgo, cree que el papel se le ha dado el mismísmo Señor, o que las circunstancias azarosas de la vida le entregó las pautas necesarias. Raro, eso huele a esquizofrénico, es decir, que un cristiano por ejemplo, hable de que Dios todo lo ve, todo lo sabe y todo lo maneja, pero que a la vez existe una porción de azar en la realidad. ¿En qué quedamos?
De todas formas, me parece un poco inútil discutir la existencia o no existencia del Ser Supremo, y si es que existe, discutir cuales son sus cualidades ontológicas. Y como es una discusión inútil, me parece un tema entusiasmante que se debe cultivar con gente lectora y atea, porque casi siempre los que menos saben de religión son los devotos. Aunque ahora que lo pienso, está de moda decir "soy agnóstico" o "ateo". Me parece tan facilista como decir: "soy evangélico", "soy cristiano". La próxima vez que me pregunten qué postura religiosa tengo, estrangularé a esa persona, aunque sea en su propia casa o en un paseo público. A continuación voy a tomar el cadáver y lo lanzaré desnudo por el río Mapocho, para terminar después bebiendo en algún bar (si el horario lo permite) o acostarme en algún banco de alguna plaza cercana.
Es entrenido hablar de religión, sobre todo con fanáticos. Digo, hablar el tema con altura de miras. Esas inútiles discusiones guardan tras sus roñosas páginas una estética de oro, pura. Yo pienso a la religión como un subgénero de la literatura fantástica. De hecho, siempre fue así. A los antiguos locos genios que redactaron los primeros libros sagrados se habrán ganado la vida haciendo toda esta literatura, para que otros, más locos y poderosos que ellos, lo tomaran todo al pie de la letra. Es como que Valis de Philp Dick, es decir, no el libro completo, sino el apéndice del final, se tomara al pie de la letra, y se organizara un culto alrededor de estas ideas. En fin, iba a hablar sobre Alfred Hitchcock pero me aburrí y salí con esta payasada. Para la otra será.

10 de diciembre de 2009

In Memoriam: Tania Diaz Taffo


08 de octubre de 1987 / 9 de diciembre de 2009

“El único dolor que confiere nobleza, es la tristeza”
Enrique Symns





Se organizaban, por aquellos años, en la página azul, las tertulias de cuenteros. El encuentro en sí no tenía nada del otro mundo. Uno conocía a personas con intereses más o menos parecidos, a gente de diversas edades, y a ciertos personajes que parecían ser arrancados de las páginas de algún libro. Conocí a Tania Díaz, me parece que el 2003, en un invierno gris y húmedo en Santiago. Si mi memoria no me falla, en el Centro Cultural Anahuac, para el lanzamiento de una antología compuesta por algunos jovenzuelos (y no tan jóvenes) ávidos de aparecer publicados en las páginas de algún librito, más por la urgencia de ver aparecer sus nombres impresos que por un trabajo largo y agotador. No importa. El tema es que conocí a Tania Díaz. Era la más pequeña del grupo. Habrá tenido unos 16 años. Yo por ese tiempo tenía (¿tenía?) una personalidad bastante rara, que rayaba a medio camino entre la lucidez y el payaseo. Mis gracias no le hicieron gracias, pero de todas maneras se fue dando, de a poco.
Empezamos a conversar. Empecé a entrever que detrás de su mirada triste se albergaba una vida caótica. Pasó el tiempo, hablábamos por MSN (Máquina de Suplantación Natural) me enviaba sus escritos, que curiosamente, para una niña de su edad, no eran torpes bosquejos ingenuos de manitos inexpertas. Sus cuentos eran desgarradores. Recuerdo haber leído en unas pocas páginas historias sobre madres borrachas histéricas, familias disfuncionales, padres horrorosos, niñas ausentes atrapadas en cárceles de clavos asfixiantes. En sus relatos solía correr mucha sangre, con descripciones apabullantes de brazos rasgados y muñecas torcidas. Cuando le pregunté por sus relatos, por su desbordante imaginación, ella me respondió que en realidad no tenía una desbordante imaginación, lo que escribía tan sólo eran fotografías psíquicas de su vida, fragmentos narrados de hechos que se sumergían de cabeza en la realidad. Ahí (en sus textos) había puro realismo, me confesó cierta vez. Luego los años avanzaron, a pasos agigantados. Siempre he creído que sólo el sufrimiento nos hace más humanos, nos hace dimensionar la vida desde una óptica trágica, como esos amargados que pululan en las páginas de Dostoievski, de Pilniak, de Gogol. De tantos rusos. Ella era demasiada humana, tanto, que de a poquito se le fue desbordando el ego, soltando sus pétalos ensangrentados, uno a uno, hasta que quedó tan sólo un tallo, una raíz, anclada en la tierra. Eran los momentos decisivos, aquellos segundos convertidos en siglos, hasta que el tallo fue arrancado de raíz.
Las frases clichés ayudarán de algo: nos dejaste, pero nos legaste tus escritos. Nos veremos en una próxima vida. Te esperaré en el cielo. Era el momento de partir, etc.
Lo cierto, es que la muerte siempre es una sola, la muerte individual. Ella se ha marchado, y los que sufren en realidad no sufren por ella, sufren (sufrimos) por nosotros mismos. Porque no supimos sintonizarnos de manera adecuada con su corazón. Por su eterna ausencia. Porque nos faltaron las palabras exactas. Naciste con los ojos abiertos, y de seguro también te fuiste con los ojos abiertos, de par en par. Descubriste el terrible secreto de los suicidas, la negra e incomunicable noticia de la existencia, la lucidez de quien descubre de pronto lo engorroso de la vida. Si nosotros seguimos acá, es porque seguimos inmersos en la memoria del simio, del androide programado para tener que vivir, como si todo fuera un maldito y sinsentido imperativo categórico.

3 de diciembre de 2009

Rubem Ferreira, (de la serie, el Congreso de Literatura Fantástica,) 14

"Rubem nace en 1984, en Lisboa, orgulloso descendiente de abuelos que lucharon contra el régimen de Salazar", se puede leer en su segunda novela, titulada La frase necrológica, publicada el año 2011. A los quince años arriba a Valparaíso, lugar donde iniciaría sus primeros intentos literarios. Sus dos primeras obras, poemarios publicadas en portugués, fueron plaquettes que se imprimieron en la Universad de Valparaíso, lugar donde estudió Historia. Sus trabajos circularon entre sus pocos amigos, que a duras penas entendían su defectuoso portuñol hablado. Cabe decir, para ser realistas, que sus primeros intentos fueron apenas unos cuantos balbuceos de un joven comprometido hasta la médula con la poesía.

Luego de un tiempo militó en el Partido Comunista. Lo expulsaron a las pocas semanas, por considerarlo demasiado subversivo e intolerante. Sus delirantes ideas para combatir al mal social, a la calaña burguesa, a la injusticia del trabajo mal pagado, tuvieron mucho mejor acogida en el Club Porteño de Ciencia-ficción y Literatura Fantástica. Ya por esas alturas, Rubem dominaba bien el español, tenía más de treinta años, y oficiaba como maestro en una pequeña escuelita rural del interior. Las versiones de cómo llegó al susodicho Club, y cómo se ganó el mote de "escritor de culto" es un capítulo largo y aparte. A modo de premio de consuelo, dejamos un autorretrato psíquico, que él mismo se hizo cuando tenía 29 años, poco antes de engrosar la no tan gruesa lista de grandes escritores de ciencia-ficción.

(nótese el poco forzado uso de la tercera persona)

*Rubem idolotra a los fusiles, los encarcelamientos en masa, la tortura a los democrátas y a los derechistas, también aprueba el genocidio nazi, pues los judíos (a excepción de Marx) son la usura de las almas, los artífices de la chatarra hollywoodense y demases porquerías.

*Rubem es experto en tres artes marciales, sabe disparar y recular el arma, y los fines de semana es parte de una tropa de avanzada anti-homosexual, pues los homosexuales son la ignominia que hay que erradicar, sí o sí.

*Rubem es macho, le gusta culearse a cuatro hembras al hilo, y luego azotarlas sin contemplación.

*Rubem se pierde en los relatos de Boris Pilniak, por considerarlo un maestro, un cabrón de la escritura, un mártir que fue torturado sin misericordia.

*Los hermanos Strugatski, Yevgeni Zamiatin, Anatoli Dneprov e Ivan Efremov son los escritores soviéticos que más admira, por sus grandezas, por sus visiones fantásticas de la realidad; de las posibilidades infinitas de poblar las estrellas o morir en una isla por culpa de cangrejos robóticos.

*Rubem se declara enemigo de los incompetentes, y ama al fascismo sólo y cuando es social y no sirve a las altas clases dominantes.

Rubem murió el mismo día en que fue invitado al Congreso de Literatura Fantástica, de un paro cardíaco. A los dos días se realizaron sus exequias, donde unos exaltados jóvenes leyeron fragmentos de sus obras, fumaron habanos y bebieron vodka hasta la amanecida.

17 de noviembre de 2009

Zoon Politikon

La ciudad desaparece. Tragada por un monstruo de siete cabezas. O de cinco. O por un flipper bestial con todas las pelotas del mundo adentro. La ciudad tambalea, los viejos salen disparados de las cantinas, escupiendo vino añejo y arena podrida. La ciudad es dibujada por los escritores. No saben muy bien a qué mitologías atenerse. Porque la ciudad guarda en sus pliegues pedazos de cadáveres que funcionan como máquinas narrativas perfectas. Objetos aislados que brillan por sí mismos. La ciudad es un perro apaleado en una plaza. O la misma puta abuela de piernas abiertas, que va pariendo nene tras nene en una orgía frenética. La ciudad es una fotografía de un equipo futbolístico de cuarta división. O una imagen fragmentada de jóvenes escritores con sus caras emborronadas por la inclemencia del tiempo. La literatura, el oficio raro. ¿El oficio? Pero para que sea oficio debe ser enseñada de maestro a discípulo. Los maestros murieron en el último holocausto, dejando a la intemperie a sus discípulos. La literatura no es una fábrica de embutidos, es una explosión calculada, para construir los átomos de nuevos escritores. Los nuevos escritores se sumergen en el charco. Se toquetean a veces. Decir que la literatura se debe a la literatura, es casi tan absurdo como plantear que la ciudad se debe a la ciudad. Porque la ciudad va unidendo sus puntos nerviosos mediante puentes, calles, escaleras, ascensores. Y la literatura va unida con la nada. A lo más, el consabido cliché de que la literatura es un espejo empañado de la realidad. Pero la realidad no necesita de la literatura. No necesita que sea codificada bajo signos impostados, ejecutada por actores mediocres. De todas maneras, de esa inutilidad, de esa insistencia barata, me parece que los mejores reflejos, los mejores rayos proyectados de la ciudad se lo debo a la literatura. El día en que la ciudad desaparezca, las últimas huellas de las letras habrán quedado borradas por siempre.-

9 de noviembre de 2009

La muerte de Seymour-Smith, apéndice de "El Congreso de literatura fantástica"

Apuntes para una novela intitulada Seymour-Smith.
La novela abre con una carta dirigida a las autoridades policiacas donde se anuncia el asesinato de Seymour-Smith. La firma un tal "árabe Al-Zabalah". En la prefectura lo apodan como la causa del "árabe loco Abdul". El punto es que Seymour-Smith ha desaparecido. Dejó su prominente carrera de publicista y la última vez que se le vio vivo fue en una feria del libro. ¿Por qué el árabe Al-Zabalah quiere asesinar a Seymour-Smith? Recapitulemos entonces. La novela comienza a avanazar, pero al revés, o sea, hacia atrás. Los capítulos se van desintegrando, las acciones se paralizan, comienza a enrarizarse la trama. En un momento vemos masturbándose a Seymour-Smith, cuando de pronto sale de su clóset la "chica Shogi". Shogi, hace referencia al ajedrez japonés, que tanto repudia Seymour-Smith, por considerarlo de bajo calaña, una mala copia del ajedrez tradicional. Seymour-Smith, como se puede apreciar, detesta a la "chica Shogi" por considerarla una mala copia de la mujer arquetípica que reposa sobre su mente.
Cierta vez eyaculó sobre la mano de la "chica Shogi", y se presume que estuvieron de novios. Insisto, la novela pretende rebuscadamente ser falsa e irónica. De manera deliberada. La impostación llega al paroxismo cuando la "chica Shogi" sale del clóset y le entierra un cuchillo en el estómago a Seymour-Smith, quien escupe sangre, y con su propio fluido le escribe una carta de amor a "la chica Shogi". Lo que viene después no es muy lineal que digamos: Seymour-Smith publica una novela, titulada, la muerte del árabe loco, que en realidad es un manual para conquistar chicas, publicar libros y matar árabes. La "chica Shogi" es la futura señora de Al-Zabalah, y es raro, porque ya están casados y tienen hasta nietos. Pero se casarán en el futuro, no se sabe muy bien en qué términos. La boda está arreglada. Seymour-Smith reaparece luego de varios capítulos en que ni siquiera se le menciona. La policía llega a la iglesia. Todos aparecen. Daniel Zurita, escritor punk, Mauricio Peralta, escritor budista mendicante, Leonel Hernández, payaso profesional, Arturo Alejandro, escritor convencional vanguardista. No saben qué rol se les ha designado para el cierre de la novela. Se sienten utilizados, vale decirlo. Lo que se suponía que iba a ser un cameo, se transforma en un infierno. Seymour-Smith quiere interrumpir la boda. Se fabrica un traje hecho de diamantes, pues será una armadura divina que lo salvará hasta de la ira de Dios. Al-Zabalah saca de su turbante un revólver. El sacerdote extrae de su sotana una espada larga. La novia se extrae del ano un punzón de oro. La cosa está muy mal, está que arde.
El final lo dejaremos en suspenso, no vaya a ser que el lector quede defraudado.

1 de noviembre de 2009

La Decisión




¿Cómo partir una desición?
Si el mar se parte a pedazos, y sólo quedan las vísceras de los perros
como hediendo, como balbucenado verdades
tratando de decir lo indecible
pero la víspera, el mar-ojo
la luna sangrienta de Quevedo
trata de decirme que hay ciertos golpes
que hieren la cara
como a cuchillazos
como para decirte, que los errores se pagan con el rojo
y la fantasía mayor es sólo una máquina narrativa
que rebana los versos,
corta la prosodia
trata de revelar cierta verdad indescifrable
lo que los astros, el majestuoso sol indica con sus rayos
el Loco
Las diez líneas atravesando;
Los círculos se van cerrando
los cuadrados sólo indican cuatro vértices
que convergen en falsas esquinas
ahí donde las putas y los criminales trafican drogas
donde los amantes se fundan en blanco y negro
o quizás
rouge et noir
cómo un detective en la oscuridad
espero encontrar esa yaga que carcome
el secreto del horror,
la extranjera
que no besa de flor en flor
sino que extirpa las entrañas
para leer tu Destino.

A ellla me debo.