25 de enero de 2009

Novelas en el mercado negro


Estas novelas eran escritas bajo pseudónimos y publicadas por editoriales ilegales. Las investigaciones, muy poco rigurosas en estos casos, ligaba la producción de estos libros con afroamericanos anarquistas, peruanos extraviados y mapuches desesperados por labrarse un nombre al interior de este populoso mercado negro. La crítica oficial desconocía estas obras, como si se trataran de meros mitos urbanos, y algunos comentaristas under proclamaban una nueva gloria literaria, liderada por escritores encapuchados que hacían a un lado olímpicamente al canon y desde ahí, comenzaban a edificar un edificio mutante, sin registros claros dentro de una continuidad literaria e histórica. Sería aberrante, para estos hipotéticos escritores (si es que existían) aparecer publicados o comentados en alguna gaceta, menos aún en La Patria, órgano oficial del gobierno.

Pero como se señalaba anteriormente, esta actividad era considerada la menos dañina de entre todas las ilegales, por lo cual podríamos afirmar que ésta era vista como un mero divertimento de niños mimados, una función casi decorativa dentro de una actualidad social problemática que tenía como última prioridad de recambio a la literatura, y al arte en general. Pero en realidad, esta despreocupación del poder establecido era sólo aparente: una investigación secreta había sido planeada desde los altos mandos de la policía gubernamental, que de manera solapada había contratado a un agente para que se colara en el mercado negro de las novelas, y que además no causaría ninguna sospecha: se trataba pues de Doña Cándida de las Flores, una dama de clase alta que en realidad hace cinco años atrás era una prostituta adicta a la súper-heroína y que trabajaba en un geriátrico de ancianitos terminales que contrataban sus servicios. Joven, de tez clara y pechos turgentes y redondeados, pero con múltiples llagas en el cuerpo producto de su mala vida, fue interceptada un 13 de octubre, cuando fue abordada por agentes secretos mientras ella subía a un elegante carruaje tirado por caballos mecánicos, en la avenida 5, a las 11:14 p.m.


(breve bosquejo o historieta sin dibujos si se quiere, de una Novela de Ciencia-Ficción que se viene pronto)