
31 de enero de 2009
El derecho de seguir usando lentes (las crónicas que escribiré cuando sea viejo y rabioso)

25 de enero de 2009
Novelas en el mercado negro

Estas novelas eran escritas bajo pseudónimos y publicadas por editoriales ilegales. Las investigaciones, muy poco rigurosas en estos casos, ligaba la producción de estos libros con afroamericanos anarquistas, peruanos extraviados y mapuches desesperados por labrarse un nombre al interior de este populoso mercado negro. La crítica oficial desconocía estas obras, como si se trataran de meros mitos urbanos, y algunos comentaristas under proclamaban una nueva gloria literaria, liderada por escritores encapuchados que hacían a un lado olímpicamente al canon y desde ahí, comenzaban a edificar un edificio mutante, sin registros claros dentro de una continuidad literaria e histórica. Sería aberrante, para estos hipotéticos escritores (si es que existían) aparecer publicados o comentados en alguna gaceta, menos aún en La Patria, órgano oficial del gobierno.
Pero como se señalaba anteriormente, esta actividad era considerada la menos dañina de entre todas las ilegales, por lo cual podríamos afirmar que ésta era vista como un mero divertimento de niños mimados, una función casi decorativa dentro de una actualidad social problemática que tenía como última prioridad de recambio a la literatura, y al arte en general. Pero en realidad, esta despreocupación del poder establecido era sólo aparente: una investigación secreta había sido planeada desde los altos mandos de la policía gubernamental, que de manera solapada había contratado a un agente para que se colara en el mercado negro de las novelas, y que además no causaría ninguna sospecha: se trataba pues de Doña Cándida de las Flores, una dama de clase alta que en realidad hace cinco años atrás era una prostituta adicta a la súper-heroína y que trabajaba en un geriátrico de ancianitos terminales que contrataban sus servicios. Joven, de tez clara y pechos turgentes y redondeados, pero con múltiples llagas en el cuerpo producto de su mala vida, fue interceptada un 13 de octubre, cuando fue abordada por agentes secretos mientras ella subía a un elegante carruaje tirado por caballos mecánicos, en la avenida 5, a las 11:14 p.m.
(breve bosquejo o historieta sin dibujos si se quiere, de una Novela de Ciencia-Ficción que se viene pronto)
15 de enero de 2009
León Lunardi-Almonacid (de la serie, El Congreso de Literatura Fantástica, 8)

Un tipo con el cráneo afeitado y múltiples tatuajes en su cabeza, trajeado de cuero, de una edad indefinible, se dirigió al estrado para realizar su ponencia, intitulada: Mi generación, la que vino después, y luego la otra. Apuntes etnográficos para un humus literario. Partió citando al Dr. Samuel Johnson: “cada generación tiene a un par de genios visibles, y a otro par escondidos bajo tierra.” Nos explicó León, que durante toda su vida se ha encargado de buscar precisamente en esa tierra baldía, en ese lugar de nadie donde se ocultaban en impenetrables galpones los que escribían sin ser vistos, los que alejados de cualquier moda leían vorazmente a escritores anticanónicos, y que realizaban en el más estricto secreto sus obras. Su plan era asediar estos lugares, examinar entre las rocas, limpiar y excavar hasta dar con los resto de una obra, de un personaje, de un ser humano, y limpiando de polvo al sucio ataúd, sacando al cadáver y exponiéndolo a la luz pública, celebrar el hallazgo como una verdadera epifanía. Sus descubrimientos postmortem habían sido pocos, pero bien valían una misa examinarlos. En el proyector de películas vimos un pequeño documental, donde León Lunardi-Almonacid caminaba por las calles de una ciudad atestada de vehículos, entraba a bares clandestinos, visitaba una iglesia derruida y de rodillas conversaba con Dios, y así, los fragmentos de la película mostraban un largo flaneur, un periplo en el cual León sólo caminaba y caminaba, sin hablar con nadie más que fuera Dios. Después del documental siguió hablándonos de su microeditorial, Las hostias de San Alberto, donde publicaba los mejores trabajos de sus talleres literarios, el laboratorio perfecto para experimentar y ensayar, nos recalcó. Luego nos explicó que parte de su trabajo consistía en descubrir nuevos talentos, algo así como lo que hacen agentes futbolísticos que viajan a zonas rurales para ver partidos de tercera y cuarta división, ahí donde estaban los que no tenían más recursos que su pelota y sus piernas. Al final de su ponencia, un muchachito le preguntó en qué se diferenciaba su generación, la que vino después, y la otra. León explicó que los primeros habían sido unos idealistas que cayeron en las trincheras muertos por gas sarín, los siguientes habían muerto inmolados como fanáticos kamikazes, y la última, la de ahora, se desangraba lentamente en el infierno de lo plástico digital. Pero si quieres saber más, lee mi libro, sentenció. A continuación sacó de su casaca un pasamontañas, se lo puso en su cabeza, y haciendo un juramento a una bandera inexistente, se retiró marchando, junto a un grupo de gente que lo seguía como una pequeña procesión católica. Desde la ventana vimos que se dirigía al Palacio de Gobierno. Luego se escuchó una detonación que hizo vibrar los muros del recinto. Supimos al instante, de manera colectiva, que el Congreso de Literatura Fantástica había finalizado.
Paulus Bull (de la serie, El Congreso de Literatura Fantástica, 7)
11 de enero de 2009
Bosquejo de una ciudad (Santiaguina)

La lluvia arreciaba. En las grises calles se sentía un aire empalagoso, capaz de perforar los poros y los pensamientos más secretos de los transeúntes. No faltaba mucho para el equinoccio, momento mágico en que se desataban todas las maquinaciones secretas contra la ciudad. Los helimóviles despegaban rápidamente de la superficie y se internaban en la laberíntica autopista, contrastando con rudeza e
vanescente el hollinado pavimento donde se desplazaban automáticamente los peatones. Los carteles de neón brillaban sobre sus patas, amartilladas fuertemente sobre los rascacielos de cristal, anunciando barbitúricos y productos de belleza pasados de moda. Para los habitantes de aquella ciudad, era común que cada dos o tres cuadras apareciera un grupo de asaltantes enloquecidos, portando máscaras antigases y chalecos blindados, para ser pronto barridos un par de metros más allá por los guardias robots, que sea dicho de paso, liquidaban sin misericordia (obviamente imposible pedir piedad a un ente programado) a los insurgentes con una destellante ráfaga de lásers. Unas cuadras más arriba, un grupo de bioterroristas lanzaban proclamas y arengas incendiarias, anunciando una nueva era anarquista y libre de la opresión del maquiavélico sistema. Las barricadas eran el primer síntoma de una enfermedad convulsiva, bravamente desintegrada por los agentes de la paz y el orden que ametrallaban desde una trinchera oblicua para aplacar a los subversivos. Los barrios rojos proliferaban como las ratas en los márgenes del centro cívico, lugares amparados por una ley perversa, donde además de comercializarse sexo, se traficaba de manera autorizada, órganos, drogas duras, videojuegos prohibidos y más reducidamente y aunque parezca extraño, novelas. Novelas en las cuales los héroes eran agentes corruptos del gobierno que coludidos con la mafia china destruían el corazón, el centro, de un gobierno terminal e inoperante, condenado a ser la sombra de una sombra, un respiro terminal conectado a un mugroso respirador artificial.

(Apuntes para una novela de ciencia-ficción)
7 de enero de 2009
El Congreso de Literatura Fantástica: Especial geriátrico
Para esta semana, se vienen tres personajes más para la saga coleccionable y recortable, ECDLF (El Congreso de Literatura Fantástica) para que mis anónimos, hipotéticos y fantasmales lectores, lo disfruten.
Pronto se vienen muchos más.
Valeska Symns
Carlo de Gamma
Cristián Brugadski Bertucci
Pronto se vienen muchos más.
Valeska Symns
Carlo de Gamma
Cristián Brugadski Bertucci
Cristián Brugadski Bertucci (de la serie, el Congreso de Literatura Fantástica) 6

Carlo de Gamma (de la serie, el Congreso de Literatura Fantástica) 5

Valeska Symns (de la serie, el Congreso de Literatura Fantástica) 4

2 de enero de 2009
Test de supervivencia

[en este espacio se narra el típico naufragio, pero con la milagrosa ventaja de poder elaborar en cosa de minutos una lista de objetos, para así poder sobrevivir junto al resto de los tripulantes y llegar tarde o temprano a tierra o ser rescatado por la Marina]
Una brújula, tres balsas inflables para cinco personas, una caja de fósforos, un revólver, cinco bidones con agua (5 litros cada uno), un gorro de lana, 20 latas de conserva, un bolígrafo, una bandera blanca, una caja de bombones, una peineta, una botella de whisky, una chaqueta de pana, un vaso de vidrio, un saco de sal (20 kilos), las obras completas de Roberto Arlt, un portarretrato, una libreta para anotar direcciones, un cortauñas, una mochila de cuero, y cinco velas de cera.
El orden propuesto por un personaje masculino cualquiera de una novela mía
1-Una balsa inflable
2-Caja con balas
3-Un revólver
4-Una botella de whisky
5-Cinco bidones de agua
6-20 latas de conserva
7-Una mochila de cuero
8-Un bolígrafo
9-Una libreta para anotar direcciones
10-Una chaqueta de pana
11-Las obras completas de Roberto Arlt
El orden propuesto por un personaje femenino cualquiera de una novela mía
1-Cinco velas de cera
2-Una caja de bombones
3-Tres balsas inflables
4-20 latas de conserva
5-Un vaso de vidrio
6-Una peineta
7-Cinco bidones de agua
8-Una brújula
9-Un portarretrato
10-Una bandera blanca
11-Un cortauñas
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