19 de febrero de 2008

A un amigo y su gato


Me explica que quiere ser actor. Me dice también, que su sueño es tener una aldea, de amigos, de valientes, no lo sé muy bien, pero le pregunto ¿y te gustaría ser el rey (hokage) de esa aldea? No, sólo un guerrero (shinobi) y poder estar ahí. Se ríe de mi afición por las señoritas. Trato de hacerle entender que no se necesita ser feliz con quedarse con todas o con una. Mi felicidad es más simple, más al alcance de la mano: me basta con mirarlas, le digo, y él se ríe y una noche me regala una imitación: imita a un muñeco diabólico nazi (pone la voz de demonio) y entre risas infernales y ruidos guturales me dice que va a matar a todos los negros. "Soy Adolph Hitler" Me dice con los ojos llenos de odio. Nos matamos de la risa. Otro día me dice que le gusta la escultura, y que le gustaría fabricar muchas figuras de arcilla con forma de ave. En una caminata por la plaza de su villa, con teatrales gestos afirma: "puedo asesinar hasta los 14 años sin irme preso". Sí, le contesto, pero te enviarán a un centro de menores donde la pasarás muy mal. En vez de responderme, toma su arma (kunai) y la arroja de un certero golpe al pasto.
Su gato birmano, sir Oliver Twist, llega por las noches a buscar su comida, y luego, como manda su edicto felino, se va a cazar gatas, para volver a la siguiente noche. Como de vez en cuando suelo hacerlo yo.