8 de mayo de 2011

Monos de mar

Manuel Salgado era un anciano que vivía en la zona periférica de un desgajado balneario venido a menos. Había sido militar durante su juventud - ingeniero en telecomunicaciones- y ahora en su vejez llevaba una vida calma y segura junto al mar. La pequeña villa en la que vivía era un conjunto habitacional de varias cabañas sencillas, arrendadas a precios irrisorios a militares en retiro, donde pasaba sus días el anciano junto a su criado, Helmut, un joven autista con una cara que demostraba a kilómetros su imbecilidad congénita. El anciano pensaba escribir sus memorias, pero antes, anhelaba finalizar su trilogía de ciencia ficción pulp Los Reyes del mar, publicada bajo pseudónimo y que se trataba de una saga épica que transcurría en las profundidades de Marte, donde era posible encontrar civilizaciones de ultratumba enterradas en cavernas oxigenadas, rebosantes de mares de cobre y plutonio.
Su joven criado, el niño Helmut, como lo llamaba cariñosamente don Manuel, no era en la realidad ni joven ni autista, ni ser humano. Tenía alrededor de doscientos años y poseía una inteligencia que superaba la media. Tampoco venía de esta tierra. Era una criatura que pertenecía a la sexta dimensión y que había tomado la forma de un joven idiota en el mundo en que transcurría esta historia.


Recapitulemos.

Manuel Salgado, Coronel en retiro, antes de jubilarse diseñó las bases de lo que sería la actual realidad virtual, tan utilizada para fines ociosos, como los videojuegos o las películas interactivas, pero que sus fines militares eran mucho más severos. Él fue un teórico para que se generase la gran red que haría una mixtura de lo virtual con lo real, creando una nueva realidad, el movimiento de la nueva carne. Respecto a Helmut, al falso Helmut, la criatura interplanetaria fue puesta ahí por motivos que irán dilucidándose en el transcurso de esta no-vela, al recorrer sus páginas aún por escribirse. Manuel Salgado tiene ya escrita su biografía, por lo cual sólo resta poner su futuro, lugar en el cual se situará la novela. (son los últimos años de vida de Manuel Salgado, por lo cual su muerte será la que cerrará esta historia). Tenemos entonces; un balneario, un viejo militar en retiro, y el niño Helmut, y los ánimos para proseguir esta novela, que será íntegramente publicada en este mismo sitio.

3 de mayo de 2011

Apertura


Las obras comienzan a salir del letargo. Ya el mercado negro está dando sus primeros pasos en el mercado blanco, el establecido bajo los márgenes de la ley. Pero habría que pensar que todo este alud de obras deben tener un correlato con la realidad, para desdoblarla y generar una nueva. La escena es variopinta, pusilánime y gloriosa, mínima y totalizadora. Los sujetos provienen de distintos estratos sociales, pero parecen compartir una estatura media de 173, que es la estatura promedio de estas tierras. Ahora los avioncitos de papel, tan arduamente fabricados en talleres clandestinos, han comenzado a entrar en un rápido proceso de embalaje y distribuición rápida. Se está comenzando a entender que estamos preparados para la grandes cosas, para formar una escena heteróclita y diversa. El arte comienza a terminar su sueño letárgico de los experimentos, para iniciar su fase de lo probado y testeado, fase no excenta de los consabidos riesgos. Aquel que antes buscaba pergeñar una obra para el aplauso, para los entendidos, ahora se va abriendo con un largo machete por la selva, internándose en los parajes de lo desconocido, sin saber muy bien cuáles son los ojos que contemplarán finalmente a la obra. Estamos en la cuenta regresiva, y todo indica que cuando se escuche la palabra ignition, un gran cordón humano partirá en múltiples direcciones hacia la esperada apuesta local. Se me acusará de optimismo apresurado, pero sólo dibujo una línea entre las coordenadas, marcadas en el territorio hace tantos años atrás.