29 de noviembre de 2008

Estructura manoseada


Soñé que Maori Pérez desaparecía. Soñé que lo veía entrar por última vez al metro y luego nunca salía. Soñé con una posible explicación de su desaparición: una perturbación en la realidad ocurría en las líneas del metro, justo en el momento en que los servicios caducaban. Soñé en ese mismo sueño, que las personas eran eliminadas y reemplazadas por clones con una falsa memoria. Soñé que esto planteaba un problema: los reales eran borrados pero se mantenían intactas sus memorias, para luego ser puestas en cuerpos clónicos. Entonces, ¿para qué eran borrados si seguían existiendo en otro cuerpo idéntico? Soñé que no tenía ningún sentido lo que mis sueños planteaban, pero no se le podía pedir consistencia lógica a un sueño, razonaba en el sueño. Soñé con una chica que escribía sobre escritores, que aparecía de la nada (como sucede con los personajes de Angelopoulos) y que se enamoraba de Maori Pérez, todo con una orquestación muy de cine negro. Soñé que ella era la femme fatale de la película. Soñé que Maori Pérez colapsaba y comenzaba a cavar un túnel en el patio de su casa. Soñé que ese túnel se conectaba con las líneas del metro, donde residía una enorme computadora negra, cubierta de raíces y musgo, pero funcionando a la perfección. Soñé que esa era la máquina que borraba a las personas y almacenaba en su disco duro las memorias. Soñé que Maori Pérez quería apoderarse de ese disco duro, pues decía que el computador llevaba dos mil años almacenando memorias, afirmando que era una suerte de aleph en miniatura. Soñé que en realidad lo que quería Maori Pérez, era apoderarse de una sola memoria: la memoria de la escritora que escribía sobre escritores, y que lo había abandonado.