Cuando lo conocí en el encuentro de escritores de ciencia-ficción, supe que el estrafalario punk ocultaba algo. Esa tarde lo vi acompañado de dos hombres trajeados de negro... parecían agentes asesinos subsidiados por la mafia. Daniel Zurita presentaba su novela Hong-Kong, que trataba según él, sobre la frágil condición robótica de las máquinas. Habló del Talmud, de los cabalistas, de las últimas novedades de la literatura norteamericana, de los prefacios que escribía para sus amigos escritores... habló de todo un poco en realidad. Luego se retiró, tímidamente del estrado, y a la hora de servirnos la cerveza de honor, se metió misteriosamente por una puerta lateral junto a sus guardespaldas. Daniel Zurita siempre llegaba a todas las reuniones sociales y cafés literarios, inclusive se había hecho famoso por transmitir un programa radial sobre física cuántica en una universidad católica de derechas. Pero hablar con él siempre resultaba inaccesible. O visto de otra forma, complejo... era difícil sostener una larga conversación porque siempre se iba, pues tenía mucho que escribir, argumentaba. Una larga novela, al estilo buildungsroman decimonónico, pero con androides escritores y poetas asesinos. Más tarde supe que pertenecía a un grupo de jóvenes escritores denominados Bluff. Todos portaban armas y llevaban agentes puesto que como eran la envidia de todos, sabían que podían ser asesinados en cualquier instante. Pero esa es otra historia mucho más larga y compleja para tratar en un blog. Da para novelizar.