A mi hijo, Pablo Iván
Te vi surgir
desde el abismo
Con una
herida en la cabeza como aquellos kamikazes
Que pilotaban
rasantes sobre el agua
En una
marcha en fuga contra el mundo;
Arremolinados,
recostado contra un firmamento de soles imposibles
En la gran
costra del universo.
Marchaban
tus aviones de papel sobre tus manos enguantadas
Papá, tengo
un corazón de tiburón en mi pecho, me decías
Desdibujado
y llameante con líneas como cuchillas que cortaban las nubes
Como pedazos
de mantequilla.
Las grietas
abrían y cerraban sus boquitas
escupiendo sangre,
fuego, dragones
Y
escorpiones arponeados por marineros del averno;
En el paisaje recortado
los panes saltaban en
rodajas
Y la leche
caía sobre mariposas lechosas que tiritaban en tu lengua.
Sobre el césped nacían y morían
ángeles acurrucados, y volvían a nacer
De las cuevas submarinas
salían monjes budistas con caparazones a la espalda;
corriendo tras ellos
emergieron principitos con largos trajes azules enflautados
portando flores y cuchillas de
hielo;
los indios cabalgaban bisontes
sobre páginas de oro
y los vaqueros saltaban desde sus furiosos caballos
haciendo cabriolas y piruetas imposibles.
Ahí arriba va volando! Dijeron embobados
Sobre un payaso de acero con zapatos claveteados
Iba el que había surgido del abismo
Con su manito lanzaba racimos de ranas
Y la tierra giraba y reía; las ranas croaban
Y el Espíritu de los duendes se
revolcaba.
Mi corazón de tiburón hecho ser
surcó los aires.