Allende a los Andes, Marcelo Salieri fue uno de los invitados de lujo al Congreso de Literatura Fantástica, “para darle un toque más internacional”, expresó vehementemente uno de los organizadores. Conocido por sus críticas al fútbol, al rock, y en especial a la literatura en boga (y no tan en boga) Salieri terminó siendo calificado por su pares como “el crítico involuntario por antonomasia”. Expresó en conferencia de prensa: “Mirá, a mi lo que me preocupa en realidad es lo cotidiano fantástico, podés ver que un robot que limpia a diario los bares no tiene nada de especial, pero si te metés de lleno y observás con atención, verás que hay siempre historias que pueden surgir, algo, un destello, la prefiguración de una risa por lo menos.” En el fondo, sentenció, la literatura fantástica es un género histérico que trata siempre de ponerse en un supuesto, en un tiempo y un espacio provisor, que un “supuesto individuo o colectividad” supo escoger bien, la posición adecuada, correcta, para tramar desde ahí sus ficciones. Sin embargo, ha publicado libros de diversa índole, como por ejemplo Manual para conjugar bien los verbos a la hora de hablar y escribir, dedicado a su amigo Arturo Alejandro; una biografía no autorizada de Zulemita y sus cachorritos infernales, la famosa banda liderada por Paulus Bull, donde relata las experiencias homosexuales y alucinógenas de sus integrantes; La Cancha de Fútbol como Universo, donde explica de manera astral, simbólica, religiosa y mágica del por qué de la seducción del mundo pelotero con la hinchada, esos hombres comunes y silvestres que agitan sus pasiones y banderas de infantil manera. En el Congreso de Literatura Fantástica, vale decirlo, sólo vino para realizar un par de entrevistas para medios especializados, pues hace tres años que no publica nada. Eso sí, anunció que pronto se venía una trilogía novelística con los siguientes títulos: Oda a los militares vírgenes, La codiciada Isla de Robinson Crusoe, y La salvaje depredación de los Gurkas. Vaya a saber uno qué historia se esconde tras esos enigmáticos nombres.