Louis llevaba un año enfrascado en la corrección de una novela. A cada capítulo se le desbordaban los personajes, y las situaciones que ahí se detallaban se iban haciendo más y más inverosímiles. Era "realismo" lo que le faltaba. Busco y rebuscó entre sus libros, pero no encontró ninguna idea necesaria para superar su escollo. Recordó en ese preciso instante que hace un año tenía su chaqueta en la tintorería, así que se despegó de un solo golpe de su escritorio y calándose el sombrero salió a la calle. No reparó que su pantalón estaba tan gastado por la excesiva cantidad de tiempo que llevaba sentado, que al levantarse de la silla se le rasgaron los dos bolsillos de la zona posterior, quedando con las peludas nalgas al aire. Así, despreocupadamente, iba Louis caminando por una larga y concurrida avenida. Cuando la gente se volteaba para mirarlo, con una sonrisa no excenta de malicia, éste no atinaba a dar con la razón de por qué tanto júbilo y conmoción daba su persona. Como llevaba un año sentado, prácticamente levantándose sólo para dormir, su trasero se había adormecido. No llevaba más de cuatro cuadras caminando, cuando un niñito le preguntó que por qué iba con el culo al aire. Como el pobre hombre llevaba mucho tiempo conviviendo con sus personajes novelescos, y no había tratado en muchos meses con un ser humano real, le explicó que él era una especie de mendigo errante, que se dedicaba a viajar de pueblo en pueblo contando y recopilando historias. Pero el niñito no estaba satisfecho con la explicación, pues no le parecía lógica. Entonces el hombre le dijo que muchos no lo tomaban por un narradador, sino por una vieja chismosa, y por ende, había recibido una enorme cantidad de patadas en el culo durante su vida.