Primero, la libido aumento en primavera por causas atribuidas a las hermosas piernas y bustos que se pasean agitantes entre la multitud, tan descueradas para el solitario, que no hacen estas carnes más que aglutinar ideas homicidas en la soledad del solterón.
Segundo, el hombre se cuelga de una viga en la tarde, pasadas las cuatro , cuando se está totalmente lúcido, con el estómago descansado y lleno, con la mente despejada.
Tercero, son más los hombres apasionados que las mujeres apasionadas que se suicidan, las estadísticias así lo avalan.
Cuarto, hasta el más cristiano de los cristianos debería sacar de su sotana el revólver, para que el enfermo terminal termine de una vez con la agonía.
Quinto, las putas leyes siempre se cuelan en ese hervidero de la moral. ¿Es ética la eutanasia? ¿Es la vida un derecho o un deber?
Sexto, Schopenhauer decía que los hombres más enamorados y optimistas se mataban, claro, querían tanto que la vida fuera mejor, y al ver que la vida no es más que un valle de lágrimas, se terminaban matando.
Séptimo, no hay que perder el tiempo con antidepresivos y visitas al psicólogo y su variante perversa, el psicoanalista. Esos pueden estar meses tratando de reconstruir tu ego, mientras van vaciando rápidamente tu bolsillo. Te meten el dedo por el culo sin que te des cuenta-
¿Entonces?
Octavo, ser pesimistas y mantenerse estoicos ante la nada, o ante la infinita cadena de acciones y reacciones. Decirlo es fácil, hacerlo requiere una vida de hachazos en la cabeza.
Noveno, por último, como decía Kant, el suicidio más ejemplar es el que se usa como medio, no como fin. Pienso en Allende en la Moneda, pienso en los samuráis haciéndose colectivamente el ritual del sepukku, pienso en los kamikazes y en los infantes chilenos de la Guerra del Pacífico tomándose el Morro de Arica. La pregunta, ¿estos son unos tontos o unos valientes?