19 de octubre de 2013

BREVES APUNTES SOBRE LO FANTÁSTICO EN EL POLICIAL




En el marco del evento literario Primavera del libro, las editoriales Biblioteca de Chilenia y Éspora organizaron una mesa sobre novela policial, donde tuve el honor de participar, junto a Bartolomé Leal, Eugenio Díaz, Claudio Castañeda y Julio Hurtado Bouch


Mi principal intención es hablarles sobre lo que escribo, pero también de cómo leo y entiendo el género policial. Lo llamativo de este género, que se desarrolló en gran parte durante la segunda mitad del siglo XIX, es su capacidad absorbente para nutrirse con múltiples discursos narrativos, como si el policial fuera de un gran pulpo que atrae para sí las distintas versiones que discurren en torno de la realidad.

Desde sus comienzos, la puesta en escena del género policial tenía como figura central al detective, quien de manera intelectual, como en un juego de ajedrez, resolvía los casos valiéndose de la lógica y la deducción. Fueron emblemáticos los casos del cuarto cerrado, donde era imposible entrar o salir de la escena del crimen, o el asesinato en público, que convertía a todos los testigos automáticamente en sospechosos, planteando enigmas que requerían la colaboración de una mente maestra, altamente entrada, que lograra develar el entuerto y hallar al culpable.

Esta visión romántica del policial fue cambiando a través del tiempo; la figura del detective intelectual fue reemplazada por la de un detective dubitativo y a veces cansado y decadente, la escena se amplió en forma de denuncia, y se pasaron a retratar  elementos sociales como la corrupción, el narcotráfico o la prostitución, bajos fondos escabrosos en los cuales la figura detectivesca coqueteaba con los códigos del hampa, perdiéndose y confundiéndose en un sórdido mundo donde para resolver los delitos debía echar mano a sus informantes, generalmente chulos prepotentes, paranoicos drogadictos, putas, travestis, mercenarios, vendedores ambulantes, etc.

Otras formas fueron apareciendo y surgiendo, como la novela sobre espionaje y contra-espionaje, que tuvo su auge y caída durante la Guerra Fría, o la novela de denuncia social, apegada al realismo social en boga, y que tuvo –y tiene aún- múltiples cultores, sobre todo en Latinoamérica, región que fue víctima de la represión y la tortura detentada por los poderes fácticos, representado y auspiciado por las distintas dictaduras de turno.

Pero frente al relato policial convencional, se levanta un policial distinto, que se basa precisamente en romper las reglas no escritas del género y erigir otro modelo, del cual no existen escuelas, pero sí posee ciertas características y precursores que me interesaría compartir con ustedes.
Se trata nada más y nada menos que la irrupción del elemento sobrenatural, metafísico o fantástico, dentro de la trama policial.

Para hacerlo un poco más esclarecedor, tomaré un caso que últimamente ronda en la crónica roja, el cual ustedes algo deben haber escuchado, que trata sobre el extraño hallazgo de dos menores de edad, de Antofagasta, presuntamente inducidas al suicidio por una secta de carácter satánico liderada por un adulto. Las pequeñas fueron encontradas con el símbolo del ojo de Horus, antiguamente utilizado por los egipcios como un símbolo de protección contra el mal, y que en este caso al parecer revestía la consecución de un ciclo de muertes para alcanzar alguna promesa, como la inmortalidad por intermedio de alguna transmutación cósmica o material.

Si tuviéramos que novelizar esta noticia, por medio del policial clásico, podríamos establecer una novela coral, teniendo como figura central a un juez de instrucción, detective, o periodista, que decide llegar hasta el fin para develar el macabro caso. La novela tendría una serie de dilemas morales, principalmente sobre el hecho de que la incitación, facilitación e inducción al suicidio, son categorías demasiado difusas como para tipificarlas en un código. Quizás la historia giraría en torno a la ingenuidad de las menores, a la manipulación psicológica de una mente enfermiza, a la revisión de la cultura pop asociada al satanismo, vampirismo y similares.

Si pudiéramos dar una vuelta de tuerca completa a este caso, y ponernos al extremo opuesto de la vereda, y nos preguntásemos: ¿y si todo lo que planteaba la secta era cierto? Que efectivamente, por medio de suicidios rituales, el grupo lograría abrir un nuevo vórtice a este mundo, atrayendo alguna fuerza desconocida a nuestra realidad. Entonces ¿qué? Esa es la intromisión de lo pesadillesco en el policial, de la posibilidad de que esta secta dirigida por ese loco, en realidad sí podían atraer una fuerza desconocida.

Juguemos con posibilidades más extravagantes: quizás el líder de la secta satánica en realidad era manipulado por un grupo de científicos que buscaban probar alguna tesis psicosocial, pero el experimento falló en algún punto, cobrando la vida de menores inocentes. O más descabellado aún,  un grupo infiltrado de extraterrestres disfrazó una compleja simbología en varios fragmentos de libros, canciones y películas, actuando e influyendo sobre el presunto líder por medio de hipnosis a distancia, con la meta de probar un nuevo virus mental que induciría a la depresión y finalmente al suicidio.

La novela podría dar un vuelco más surrealista, al plantearse la posibilidad de que el líder de la secta realmente era un vampiro interdimensional, quien por medio de poderes psíquicos era capaz de dominar y someter a una audiencia a través de su penetrante mirada, y que en el fondo lo que buscaba era alimentarse de la energía de sus víctimas para aumentar sus años de vida y seguir sembrando la desesperanza y el caos.
 Siguiendo con la premisa paranoica antes anunciada, sobre una realidad oculta que subyace en este grupo satanista, esa posible novela, que gustosamente escribiría o leería,  daría cabida a la entrada de sospechosos y cuestionados expertos en simbologías y sectas, a teólogos y fanáticos religiosos que verían en este hecho los signos del apocalipsis, a ufólogos errantes  rayanos en la conspiración y en demostrar lo indemostrable, a psíquicos y médiums que perfectamente podrían ser estafadores y charlatanes, a detectives privados inescrupulosos dispuestos a sacar provecho financiero de las desesperadas familias involucradas. ¿Y por qué no, podrían aparecer hasta androides del inframundo convertidos en las piezas ocultas de un juego siniestro, a enanos travestis que en realidad son ángeles disfrazados, a  viajeros del tiempo o del espacio que buscan modificar un hecho, a mutantes de dos cabezas que viven en la supuesta tierra hueca?

Tramas así, dan cabida para todo, y precisamente son las que sostienen el milagro de la literatura, aquel extrañamiento del lenguaje que puede crear realidades convulsas y retorcidas o alternativas.

Apostar por tramas rocambolescas, con irrupción de lo fantástico, debe tener más inconvenientes que ventajas, sobre todo en aquellos lectores ávidos de realismo y perfección de estilo. No obstante, estas historias mutantes tienen la insospechada ventaja de crear una multiplicidad de lecturas paranoides y esquizofrénicas, y que pueden hacer una lectura más acuciosa y certera sobre la realidad y sus guardianes: la banca, los políticos, las instituciones, la oficialidad. Un tema complejo que ahora no es mi intención abordar.

Concluyendo: alteración de la realidad, irrupción de mal, tesis sobre la conspiración, la utilización de personajes esquemáticos, son algunos de los elementos que apuntan a crear un efecto “teatro de marionetas” dentro del género policial, en donde lo que brilla no son los tipos psicológicos, ni las genealogías del crimen, ni la mente maestra del detective o del criminal, sino la de poner sobre el tapete las múltiples versiones de una realidad que se cuece al interior de una obra, con hechos y situaciones determinantes que apuntan a crear un efecto poético embriagado de criminalidad, así, las palabras y los diálogos se trenzan en un combate a muerte para manifestar ruidos y abismos en la mente del lector, y por supuesto llevarlo en cada página  a lo inesperado, a un juego donde no importa quienes serán los vencidos y los vencedores, sino en abrir terrenos inexplorados de la psique y de sus delirantes versiones de lo real, mostrando así su lado más oscuro, en todo su esplendor.