2 de junio de 2011

Monos de mar, 2

 
El niño Helmut fue puesto por la misma inteligencia militar, la cual llevaba mucho tiempo supervisando el retiro del Coronel Manuel Salgado, tan valioso como peligroso por las “cosas” que sabía. Al interior de la cúpula militar se estaba al tanto de la trilogía que escribía bajo el pseudónimo de Joseph Barteck, ya publicada sus dos primeras partes por la editorial Totec, la cual no vendía sus libros en ningún comercio establecido, ni por correspondencia ni por ninguna forma convencional. Había que ingresar a un círculo de lectores -bastante hermético y cerrado- y una vez que la membrecía de la persona era incuestionable, recién ahí se le permitía acceder a unas pocas obras del catálogo. No era un asunto de dinero, era de honor. La editorial Totec fue investigada arduamente por la inteligencia militar, y de no haber sido por los estrechos lazos que mantenía Salgado con ésta, jamás se habrían molestado en estudiarla. El niño Helmut fue asignado a Salgado como era la costumbre en la institución castrense, ya que todos los militares con altos grados y en retiro, tenían opcionalmente para su disposición, un criado para los servicios domésticos. Estos jóvenes eran sacados de instituciones mentales o de hogares para niños huérfanos, e incluso en ciertas ocasiones, traídos desde el extranjero de manera clandestina. Pero el caso del niño Helmut fue una infiltración desde otro tiempo y espacio, una maquinación desde otro mundo, diseñada por la Mente Artificial al servicio de intereses que irán siendo develados.