31 de enero de 2009

El derecho de seguir usando lentes (las crónicas que escribiré cuando sea viejo y rabioso)

Hace un tiempo, un oftalmólogo de mierda, de esos con cara a medio camino de pavos y de señores interesantes, me dijo que tenía que dejar mis lentes convencionales y adoptar la nueva tecnología óptica: los lentes de contacto. “Los marcos ya están pasados de moda”, me dijo el antropomorfo ése. Y luego: “además que con tus lentes de contacto podrás hacer más actividades, te otorgará mayor comodidad en tu vida cotidiana. No, definitivamente tienes que usar lentes de contacto. Toma la receta”. Todo esto lo decía el pájaro titulado ése, con un convencimiento a prueba de balas, casi sobándome la espalda con sus palabras. Yo, un poco desconcertado, le pregunte: “¿Usted me está recetando lentes de contacto por que son más cómodos?... Déjeme decirle señor, que yo desde los doce años que llevo usando lentes ópticos, para mí, más que un aderezo estético, son una verdadera prótesis para mi vida cotidiana. No soy de estos miopes indignos que utilizan los lentes sólo cuando van a leer o tomar una micro o jugar un raspe. Yo duermo con lentes, me meto a la ducha con lentes, ando en bicicleta con lentes, voy en ropa interior en la casa con lentes, fornico y hago la 69 con lentes, es más, hasta voy al gimnasio con lentes. Me siento orgulloso de portar estas gafas y me importa una soberana raja lo que piensen los demás. Aparte que los lentes me otorgan un aire varonil e intelectual envidiable. Sí señor, usted no le puede pedir a un cojo que de la noche a la mañana lance su muleta a la basura, o a un manco que lance por la máquina trituradora su brazo ortopédico.” Y afirmando con seguridad los oscuros marcos de mis gafas, con un rápido e irónico movimiento de cejas me retiré.

25 de enero de 2009

Novelas en el mercado negro


Estas novelas eran escritas bajo pseudónimos y publicadas por editoriales ilegales. Las investigaciones, muy poco rigurosas en estos casos, ligaba la producción de estos libros con afroamericanos anarquistas, peruanos extraviados y mapuches desesperados por labrarse un nombre al interior de este populoso mercado negro. La crítica oficial desconocía estas obras, como si se trataran de meros mitos urbanos, y algunos comentaristas under proclamaban una nueva gloria literaria, liderada por escritores encapuchados que hacían a un lado olímpicamente al canon y desde ahí, comenzaban a edificar un edificio mutante, sin registros claros dentro de una continuidad literaria e histórica. Sería aberrante, para estos hipotéticos escritores (si es que existían) aparecer publicados o comentados en alguna gaceta, menos aún en La Patria, órgano oficial del gobierno.

Pero como se señalaba anteriormente, esta actividad era considerada la menos dañina de entre todas las ilegales, por lo cual podríamos afirmar que ésta era vista como un mero divertimento de niños mimados, una función casi decorativa dentro de una actualidad social problemática que tenía como última prioridad de recambio a la literatura, y al arte en general. Pero en realidad, esta despreocupación del poder establecido era sólo aparente: una investigación secreta había sido planeada desde los altos mandos de la policía gubernamental, que de manera solapada había contratado a un agente para que se colara en el mercado negro de las novelas, y que además no causaría ninguna sospecha: se trataba pues de Doña Cándida de las Flores, una dama de clase alta que en realidad hace cinco años atrás era una prostituta adicta a la súper-heroína y que trabajaba en un geriátrico de ancianitos terminales que contrataban sus servicios. Joven, de tez clara y pechos turgentes y redondeados, pero con múltiples llagas en el cuerpo producto de su mala vida, fue interceptada un 13 de octubre, cuando fue abordada por agentes secretos mientras ella subía a un elegante carruaje tirado por caballos mecánicos, en la avenida 5, a las 11:14 p.m.


(breve bosquejo o historieta sin dibujos si se quiere, de una Novela de Ciencia-Ficción que se viene pronto)

15 de enero de 2009

Rockeros por partida doble, de la serie ECDLF

O más o menos rockeros, pero acá les va:

Paulus Bull
León Lunardi-Almonacid

León Lunardi-Almonacid (de la serie, El Congreso de Literatura Fantástica, 8)


Un tipo con el cráneo afeitado y múltiples tatuajes en su cabeza, trajeado de cuero, de una edad indefinible, se dirigió al estrado para realizar su ponencia, intitulada: Mi generación, la que vino después, y luego la otra. Apuntes etnográficos para un humus literario. Partió citando al Dr. Samuel Johnson: “cada generación tiene a un par de genios visibles, y a otro par escondidos bajo tierra.” Nos explicó León, que durante toda su vida se ha encargado de buscar precisamente en esa tierra baldía, en ese lugar de nadie donde se ocultaban en impenetrables galpones los que escribían sin ser vistos, los que alejados de cualquier moda leían vorazmente a escritores anticanónicos, y que realizaban en el más estricto secreto sus obras. Su plan era asediar estos lugares, examinar entre las rocas, limpiar y excavar hasta dar con los resto de una obra, de un personaje, de un ser humano, y limpiando de polvo al sucio ataúd, sacando al cadáver y exponiéndolo a la luz pública, celebrar el hallazgo como una verdadera epifanía. Sus descubrimientos postmortem habían sido pocos, pero bien valían una misa examinarlos. En el proyector de películas vimos un pequeño documental, donde León Lunardi-Almonacid caminaba por las calles de una ciudad atestada de vehículos, entraba a bares clandestinos, visitaba una iglesia derruida y de rodillas conversaba con Dios, y así, los fragmentos de la película mostraban un largo flaneur, un periplo en el cual León sólo caminaba y caminaba, sin hablar con nadie más que fuera Dios. Después del documental siguió hablándonos de su microeditorial, Las hostias de San Alberto, donde publicaba los mejores trabajos de sus talleres literarios, el laboratorio perfecto para experimentar y ensayar, nos recalcó. Luego nos explicó que parte de su trabajo consistía en descubrir nuevos talentos, algo así como lo que hacen agentes futbolísticos que viajan a zonas rurales para ver partidos de tercera y cuarta división, ahí donde estaban los que no tenían más recursos que su pelota y sus piernas. Al final de su ponencia, un muchachito le preguntó en qué se diferenciaba su generación, la que vino después, y la otra. León explicó que los primeros habían sido unos idealistas que cayeron en las trincheras muertos por gas sarín, los siguientes habían muerto inmolados como fanáticos kamikazes, y la última, la de ahora, se desangraba lentamente en el infierno de lo plástico digital. Pero si quieres saber más, lee mi libro, sentenció. A continuación sacó de su casaca un pasamontañas, se lo puso en su cabeza, y haciendo un juramento a una bandera inexistente, se retiró marchando, junto a un grupo de gente que lo seguía como una pequeña procesión católica. Desde la ventana vimos que se dirigía al Palacio de Gobierno. Luego se escuchó una detonación que hizo vibrar los muros del recinto. Supimos al instante, de manera colectiva, que el Congreso de Literatura Fantástica había finalizado.

Paulus Bull (de la serie, El Congreso de Literatura Fantástica, 7)

Después de escuchar el lanzamiento de no sé cuántas antologías y compilatorios, pasamos al subterráneo para ver la instalación de la artista conceptual, Milady Gregor, una gringa engrupida de ojos verdes y tez morena que hablaba de una antigua estética de no sé qué década del siglo pasado. Adentro me sentí como en las cárceles de Piranesi, unos laberintos y escaleras que iban a dar a todas partes, muros empapelados con un fárrago de imágenes superpuestas, vi rostros difuminados y horribles, íconos sagrados y paganos, logos de cerveza, emblemas militares, señalética del tránsito, paisajes urbanizados, selvas perdidas con tribus ilocalizables, etc. La iluminación del recinto era muy variada, en algunas zonas no había más que velas y penumbra, en otras, luces estroboscópicas que parpadeaban al son de la música tecno, en otras, una enorme bola de cristal girando a toda velocidad. Y así, hasta que de pronto llegué a un enorme cubo de vidrio, el cual contenía a una banda de rock llamada Zulemita y sus cachorritos infernales. El frontman, un tipo que después supe que se llamaba Paulus Bull, cantaba una siniestra melodía acompañada por el desenfadado ritmo de sus guitarras, Paul, decía aullando: Aún creemos en tus pesadillas / como la vida de un guionista de una horrorosa serie televisa /la mujer que lo agarró del mango / y pudo destrozar sus ovarios/ para salir a jugar a la guerra / con sus desalmados cabros chicos. A un costado, una ranurita rezaba con letras en neón, insert coin. Puse una moneda, y un chip se deslizó por una pequeña abertura, un poco más arriba de la ranura. Saqué el chip y lo coloqué en mi neo-portatila, y en la colorida pantalla vi la discografía completa del grupo. Los nombres de cada disco: Los sampleos de mi abuela DJ, El héroe del agua mineral, El rock and roll de los gángsters pascueros, Mi mamá leía a Vila-Matas, Una huincha para tu sucia boca, Detrás de su máscara había otra máscara, las películas perdidas de los hermanos Coen, En mi clase me detestan, El proyecto flacosaurio, Los bocetos del niño que dibujaba esqueletos y por último, El filo de mi guitarra acústica. Sin contar los múltiples compilatorios y conciertos en vivo. Revisaba todo esto, mientras la banda covereaba una balada de Elvis Costello. Al final del día me entrevisté con Milady Gregor y le conté entusiasmado que quería tener una charla con Paulus Bull y sus chicos. Ella me respondió: “Se estrellaron en una avión, hace como cinco años…”, “¿¡Pero cómo?!” le grité en su cara. Y ella me respondió: “Sí, sí, lo que viste no era más que una perfecta réplica, una proyección holográfica de uno de sus últimos shows, en una discoteque lésbica, donde ese día ardieron hasta los cimientos del lugar”. Pero esa es una historia más larga, que será referida en El Congreso de Literatura Fantástica, la novela.

11 de enero de 2009

Bosquejo de una ciudad (Santiaguina)



La lluvia arreciaba. En las grises calles se sentía un aire empalagoso, capaz de perforar los poros y los pensamientos más secretos de los transeúntes. No faltaba mucho para el equinoccio, momento mágico en que se desataban todas las maquinaciones secretas contra la ciudad. Los helimóviles despegaban rápidamente de la superficie y se internaban en la laberíntica autopista, contrastando con rudeza eJustificar a ambos ladosvanescente el hollinado pavimento donde se desplazaban automáticamente los peatones. Los carteles de neón brillaban sobre sus patas, amartilladas fuertemente sobre los rascacielos de cristal, anunciando barbitúricos y productos de belleza pasados de moda. Para los habitantes de aquella ciudad, era común que cada dos o tres cuadras apareciera un grupo de asaltantes enloquecidos, portando máscaras antigases y chalecos blindados, para ser pronto barridos un par de metros más allá por los guardias robots, que sea dicho de paso, liquidaban sin misericordia (obviamente imposible pedir piedad a un ente programado) a los insurgentes con una destellante ráfaga de lásers. Unas cuadras más arriba, un grupo de bioterroristas lanzaban proclamas y arengas incendiarias, anunciando una nueva era anarquista y libre de la opresión del maquiavélico sistema. Las barricadas eran el primer síntoma de una enfermedad convulsiva, bravamente desintegrada por los agentes de la paz y el orden que ametrallaban desde una trinchera oblicua para aplacar a los subversivos. Los barrios rojos proliferaban como las ratas en los márgenes del centro cívico, lugares amparados por una ley perversa, donde además de comercializarse sexo, se traficaba de manera autorizada, órganos, drogas duras, videojuegos prohibidos y más reducidamente y aunque parezca extraño, novelas. Novelas en las cuales los héroes eran agentes corruptos del gobierno que coludidos con la mafia china destruían el corazón, el centro, de un gobierno terminal e inoperante, condenado a ser la sombra de una sombra, un respiro terminal conectado a un mugroso respirador artificial.

(Apuntes para una novela de ciencia-ficción)

7 de enero de 2009

El Congreso de Literatura Fantástica: Especial geriátrico

Para esta semana, se vienen tres personajes más para la saga coleccionable y recortable, ECDLF (El Congreso de Literatura Fantástica) para que mis anónimos, hipotéticos y fantasmales lectores, lo disfruten.

Pronto se vienen muchos más.

Valeska Symns
Carlo de Gamma
Cristián Brugadski Bertucci

Cristián Brugadski Bertucci (de la serie, el Congreso de Literatura Fantástica) 6

Heredero de la mítica familia Brugadski, plagada de críticos y escritores de novelas policíacas, y descendiente directo de la familia Bertucci, la vertiente lírica con numerosos exponentes en la poesía y la música, podríamos decir que Cristián nació con un libro de poemas y una armónica bajo el brazo. En sus años mozos fundó numerosas revistas de divulgación científica y otro centenar de revistas poéticas, con claras alusiones a movimientos de raigambre izquierdista. Su revista más conocida fue Santos Marcianos, en la cual además de cobijar a lo más selecto de la fauna literaria, también le dio espacio a poetas en ese entonces emergentes, como fueron los casos de Francisco Lectura, Camila Faúndez, Alberto “el chico” Sánchez , Juana Alejandra y Mauricio Peralta. En vida no fue un autor prolífico, publicando sólo dos poemarios: El extremo de las preguntas y el Canal digital. Su poesía se destacó por la extrema sensibilidad en que abordó problemáticas como el hacinamiento de las aldeas robots, que pululaban de manera febril por aquella época, las contradicciones del manifiesto ciberpunk, el deber ético y moral del artista transexual, el vapuleo sistematizado del Tecno-Vaticano ante la orden la Compañía del androide, etc. Durante el Congreso de Literatura Fantástica se le rindieron diversos homenajes, partiendo por un sentido responso presidido por el tecnosacerdote Diego Zurita (hermano de Daniel Zurita), luego por una elegía a cargo de Leonel Hernández (escribe uno que otro poema, arguyó) y finalmente por un largo monólogo realizado por el octogenario y rockero Raimundo Luzbel, en el cual habló de jóvenes extraviados en supermercados y ancianos que se lanzaban en paracaídas incendiados. A continuación habló el Ministro de Cultura, Jaime Brigadier, en un sentido discurso en el cuál se refirió a la alocada y desmedrada vida de Cristián; su afición a la cocaína (como último bastión del purismo, argumentó), sus borracheras descomunales y caóticas que siempre terminaban con un muerto, su centenar de proyectos inconclusos, su fracasada postulación al Premio Nacional de Literatura, su colapsado matrimonio, para rematar con la siguiente frase: "si me dicen que fue un mal poeta, podría replicar que vivió como uno auténtico, sin concesiones, siempre atrincherado y listo para lanzarse en picada contra los hipócritas, los desleales, los mentirosos." Más tarde fuimos en grupo, con velitas en mano, a visitar una animita de Cristián, que descansaba en medio de un frondoso roble, al lado del Palacio de Gobierno. Me entraron unas ganas belicosas de molerla a patadas... pero ese es otro cuento.

Carlo de Gamma (de la serie, el Congreso de Literatura Fantástica) 5

Este fue el invitado más extraño de todo en el Congreso de Literatura Fantástica. El más viejo… decir que tenía 120 años no era una exageración. Iba en una silla de ruedas, empujada por uno de sus “sirvientes”, como él mismo nos señaló. Supe por mi abuelo, fallecido hace tanto tiempo, que cuando él era joven, Carlo de Gamma ya era viejo. Juntos habían trabajado en una empresa que diseñaba videojuegos de acción y fantasía heroica. En el cementerio recuperé el primer disco duro de la computadora portátil de mi fallecido abuelo, y pude ver dos videojuegos que había creado junto a Carlo. En aquel tiempo los jueguitos eran controlados con la mente, algo muy vetusto y apolillado se mire por dónde se mire, para lo que ahora se estilaba. Pero me entretuve jugando por horas. Ese día, Carlo de Gamma dio una charla en torno a sus memorias, a sus viajes fallidos, a sus proyectos inacabados, a la desesperación con que vio a los de su generación por figurar, al ninguneo sistemático de sus pares que siempre le causó más gracia que desazón, a sus cincuenta novelas negras, publicadas cuarenta años después de haber sido engendradas, a su humor gris, que consistía en mezclar la crueldad de kindergarden con los tiernos chistes decimonónicos que ya nadie recordaba. También nos habló largamente de su affaire con la detestable crítica Patricia Espiga, y los turbulentos resultados que se apreciaron en la especialista, a la hora de juzgar una obra. Toda la audiencia lo escuchaba hipnotizada. Después habló de no sé qué teorías del plagio y del complot, pero descontando sus inconsistencias, reconozco que me entretuvieron harto. El discurso terminó con una ráfaga de balas al aire, que tres de sus sirvientes dirigieron. Los aplausos fueron estruendosos. Luego Carlo se retiró en su silla de ruedas, pues argumentó que iba de pic-nic con sus tres esposas. Ese día me propuse escribir la biografía no autorizada de Carlo de Gamma. La labor sería ardua. Pero algún día tendría que terminarla.

Valeska Symns (de la serie, el Congreso de Literatura Fantástica) 4

A ella nunca la vi posando junto a los escritores, todos frente a las lustrosas cámaras fotográficas y de video. Tampoco estuvo en el vino de honor que nos dio la Cofradía y menos en la recepción. Nunca estuvo en el Congreso de Literatura Fantástica. Por automatismo, me fui con Oscar Zeta y Fernando de la Torre a un pequeño bar que estaba frente al mar. Esa noche, una anciana llena de tatuajes hablaba con una camada de jóvenes, todos sentados en una mesa dispuesta al fondo del salón, que la escuchaba atentamente y celebraba cada una de sus ocurrencias. Oscar Zeta afirmó que su padre la había conocido, hace no sé cuántos años, en un lanzamiento de un libro, una antología de aburridos jóvenes realistas y neocostumbristas. Era una abuela de senos prominentes y labios sensuales, que sin alterar ni exagerar sus ademanes, deleitaba a su fiel séquito. A fragmentos, pude escuchar; “Lo escupí por haberme lanzado un libro a tierra”, “Me los culié a todos en una noche”, “en ese tiempo vendía coca en los bares del puerto”, “Cagué uno de los eventos poéticos de Hernández, para ello hice una masacre en el club de putas de la ciudad”, “no hay deber ni ética ni moral, a la hora de escribir y de follar”, “prefiero infinitamente ser cruel y sádica que fingir caridad y sonrisa”, “he probado todos los fluidos corporales, hasta la mierda”, “siempre me di cuenta que todos los que escribían eran unos chicuelos bien alimentaditos, con muchos gastitos y por supuesto, bien educaditos”, “nunca quise escribir grandes parrafadas, pues no creo ni en la obra ni en el autor, creo en el ser humano”, “muchas cosas las hacía sólo por joder, pero como no se daban nunca cuenta, recién ahí hacía algo en serio. Claro, pensaban que en esos momentos jodía. Tiren apuntes chiquillos, la teoría de Pedrito y el lobo”. Yo fumaba, al lado de una ventana enmarcada en unos gastados muros de piedra, mirando el oleaje, escuchando a las rocas azotadas, el bebop frenético de la banda que amenizaba el ambiente del bar, las recortadas palabras de la vieja, la risa estruendosa de los comensales, y ahí estaba, tratando de recordar alguna vida pasada, que de seguro, había compartido alguna grata velada con la mujer. Más tarde me contaron que se llamaba Valeska Symns. Ahí entendí todo. O nada. O una parte.

2 de enero de 2009

Test de supervivencia

Enumere en un orden decreciente, lo que usted considere más importante en el siguiente caso que se relata, en una lista con un máximo de 11 objetos:

[en este espacio se narra el típico naufragio, pero con la milagrosa ventaja de poder elaborar en cosa de minutos una lista de objetos, para así poder sobrevivir junto al resto de los tripulantes y llegar tarde o temprano a tierra o ser rescatado por la Marina]

Una brújula, tres balsas inflables para cinco personas, una caja de fósforos, un revólver, cinco bidones con agua (5 litros cada uno), un gorro de lana, 20 latas de conserva, un bolígrafo, una bandera blanca, una caja de bombones, una peineta, una botella de whisky, una chaqueta de pana, un vaso de vidrio, un saco de sal (20 kilos), las obras completas de Roberto Arlt, un portarretrato, una libreta para anotar direcciones, un cortauñas, una mochila de cuero, y cinco velas de cera.

El orden propuesto por un personaje masculino cualquiera de una novela mía

1-Una balsa inflable
2-Caja con balas
3-Un revólver
4-Una botella de whisky
5-Cinco bidones de agua
6-20 latas de conserva
7-Una mochila de cuero
8-Un bolígrafo
9-Una libreta para anotar direcciones
10-Una chaqueta de pana
11-Las obras completas de Roberto Arlt

El orden propuesto por un personaje femenino cualquiera de una novela mía

1-Cinco velas de cera
2-Una caja de bombones
3-Tres balsas inflables
4-20 latas de conserva
5-Un vaso de vidrio
6-Una peineta
7-Cinco bidones de agua
8-Una brújula
9-Un portarretrato
10-Una bandera blanca
11-Un cortauñas